Me la pensé. Para escribir este artículo me la pensé. Después de muchos días de ausencia me presento de nuevo ante ustedes. No no estaba muerto, ni andaba de parranda.
Debido a la naturaleza de mi trabajo me tuve que ausentar del blog por un tiempo. Si bien antes de este pico ya había bajado mi asistencia cotidiana al blog no me había despegado de él por mucho tiempo. A veces me daba mis vueltitas, pero para ser sincero no lo hacía por mucho tiempo.
Antes no era así. Recuerdo el tiempo en el que escudriñaba cada comentario, cada participación. Muchas aportaciones las volvía a leer, me volvía a reir con los comentarios, con las carrillas. Muchas veces descubría nuevas chispas en los comentarios de los posts antiguos que tomaron un sabor diferente conforme pasó el tiempo. Volvía a leer los relatos abiertos tratándole de dar un giro inesperado, tejiéndole un gusto morboso al esperar que los relatos nunca tuvieran un final.
Tanto, tanto tiempo. Tiempo que no puedo ignorar tan sólo con voltear la vista. Ni quiero. Le he invertido a este espacio dos años de mi vida. No sé cuántos kilos de letras plasmé aquí, ni cuántos chorros consumí. No sé cuántos pensamientos coseché en mi vida que se plantaron aquí, ni cuántos anhelos me llevé a la cama que surgieron aquí. Las relaciones ciber-sociales que salieron de aquí fueron y son muy valiosas y es en definitiva lo que más valoro de todo este tiempo. Este espacio nació mío porque así lo sentí desde el principio. Entraba y salía a la hora que me pegara la gana. Escribía cuantas veces así lo quisiera y subía los pies en la mesa de la sala. Me pedorreaba y me reía de mis nuevos tonos. Abría el refri a media noche y sacaba un pedazo frío de pizza que me metía a la boca incluso antes de cerrar la puerta. Yo estaba en casa.
Pero ahora, que el ritmo de trabajo volvió a ser no tan explosivo ni explotante volví a casa y me encuentro ante un blog lleno de metamorfosis. Lleno de cosas nuevas. Como cuando uno deja de ver a los niños por un par de meses. Pero… ¿saben qué? estas nuevas cosas a decir verdad no me gustaron.
Por favor no me malinterpreten. No se trata de darme gusto, por supuesto que no. Ni pido ni quiero eso. Sólo trato de expresarles cómo me siento, y nada más que eso. Yo comprendo que al igual que los niños cuando crecen a veces pueden no gustarnos sus nuevas transformaciones.
A lo mejor es nostalgia, a lo mejor es que a mi edad ya no es tan fácil adaptarse a los cambios (la edad de mi persona, no la del viejo de mi avatar). O también que yo haya sufrido una metamorfosis por mi cuenta. ¡O ambas dos!
El asunto es que me siento ajeno en mi casa. Creo que es hora de aceptar que el cambio se dio porque las cosas y las personas cambian y no tenemos que aferrarnos a todo en esta vida.
Creo que me estoy despidiendo.
No como el que rompe una relación al sufrir una decepción, ni como el que se resigna a dejar de fumar porque ya aceptó que eso le hace daño. No. Me voy en paz, me voy con la conciencia tranquila y con ganas de volver algún día y «ver» una cara conocida. Siento que aquí en las condiciones actuales no tengo mucho qué aportar ni de qué opinar. Así no tiene chiste ser «quejoso».
Me voy y me llevo memorables anécdotas y risas que traspasaron la frontera del «jajaja» para convertirse en impulsos reales de carcajada. Me llevo eso y quédense ustedes con mi agradecimiento.
Yo creo que retomaré mi blog personal para sacar un poco de mí de vez en cuando. Tampoco es manda, ni quiero cortar mi relación simbiótica (más bien parásita) con la web. Y no descarto que alguna vez me retome la nostalgia y vuelva a querer escribir algo por acá, pero la verdad no lo sé.
Igual, si no escribo en 6 meses me truenan, como a cualquier mortal. Y si cambian las reglas del juego pues va. Al fin de cuentas esas reglas no las escribo yo.
Y antes de ponerme sentimental y a que se me afloje el pañal les digo GRACIAS. Estoy muy agradecido porque aquí también viví. Con todo lo que eso implica.