El leer es algo que complace el alma; es un sueño perfecto que permite dejar de tocar el suelo y elevarse por sobre todo el orbe: conocer mundos, lugares, personas, historias y momentos que aun siendo ajenos a nuestra vida hechizan nuestro pensamiento.
Y es precisamente la lectura una de las tareas más importantes que tiene la escuela, hacer que los alumnos lean es hacer que sus mentes se recreen y que puedan ver en ojos ajenos una pequeña parte de su propia alma, y hacer que lean por el simple y perfecto gusto de hacerlo es todavía mejor, no por una obligación que termine hartando al alma joven de tan excelso arte como lo es la lectura.
No convertir a la lectura en un castigo y mucho menos en una excusa para poder recriminar al niño su ignorancia, es algo que todo maestro debería intentar hacer, darse tiempo en su día a día para leer algo a sus alumnos, cuyas almas ansiosas del conocimiento puro y diverso sabrán agradecer, al ciento por uno, cada minuto y segundo invertido en tan agradable actividad.
No dejar que el tiempo se invierta en algo que hostigue la naturaleza de los niños y mucho menos interesarse en lograrlo a propósito; que bello suena la sinfonía de pensamientos que al unísono imaginan cada historia que sale de la boca del maestro, que proviene de la mente de un autor que quizás ya murió pero que permanece vivo en cada rincón donde su obra se lee y recrea.
Dejad que los niños lean, y aprovechar para leerles, para jugar en torno a la lectura, a su historia, a su moraleja, a su mensaje, a los personajes y sus aventuras, a los lugares de la acción y también en torno a toda la emoción que una buena lectura desborda con su simple aparición en un aula de clases.
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