Los humanos nos inventamos rituales para poder seguir siendo funcionales, a la vez que vivimos la muerte de los otros. Cada cultura ha tejido complicadas y delicadas hebras para cubrir cadaveres cercanos, amortajamos cuidadosamente restos de lo que se fue. Actos funebres que dan paz al vivo, maquillandose de desinteresados intentos de otorgar tranquilidad a los difuntos.Creemos que el ritual y la parafernalia nos pertenecen exclusivamente a nosotros, los humanos. Nos sorprendemos cuando vemos animales agrupados frente a un cadaver de uno de los suyos. Es el caso de Dorothy y la foto que aparecio en la edición impresa de noviembre de la revista National Geographic
A continuación la traducción de lo que aparece en el blog de Jeremy Berlin
El 23 de septiembre de 2008, Dorothy, una hembra de chimpancé que superaba los cuarenta años, murió de un fallo por congestión cardíaca. Esta hembra, una figura maternal y amada por su comunidad, llevaba ocho años en el Centro de Rescate para Chimpancés Sanaga-Yong de Camerún, en el que se da cobijo y se rehabilita a chimpancés que han sufrido pérdidas de su hábitat o que han sido rescatados de manos de comerciantes ilegales.
Después de que un cazador matase a su madre, Dorothy fue vendida como “mascota” a un parque de atracciones en Camerún. Durante los siguientes 25 años de su vida, permaneció atada al suelo con una cadena alrededor de su cuello. Soportando mofas y burlas, sus “cuidadores” la enseñaron a beber cerveza y a fumar para divertir a los visitantes. En mayo del año 2000, Dorothy – obesa por su pobre dieta y la falta de ejercicio – fue rescatada y reubicada junto a otros 10 primates. A medida que su salud se fue restableciendo, comenzó a aflorar su naturaleza amable. Adoptó a un chimpancé huérfano llamado Bouboule y entabló gran amistad con muchos otros primates, incluido Jacky (el macho alfa del grupo) y Nama (otro de los monos rescatados de aquel infame parque de atracciones).
Szczupider, que trabajaba como voluntaria en el centro me comenta: “Su presencia, y su pérdida, fueron palpables y resonaron por todo el grupo de monos. La dirección del Centro Sanaga-Yong optó por dejar que el grupo de Dorothy presenciara su enterramiento para que – tal vez a su manera – pudieran comprender que Dorothy no regresaría. Algunos chimpancés mostraron agresividad, mientras que otros parecían frustrados. No obstante la reacción más asombrosa fue un silencio recurrente, casi palpable. Si uno conoce a los chimpancés, sabe que se trata de criaturas que [normalmente] son cualquier cosa menos silenciosas”.
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